Un viaje de ida y vuelta  

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Era un hombre normal, como yo. Un poco más mayor, no mucho; un poco más calvo; un poco más gordo. Lo vi bajarse del taxi a la altura del Burguer King. Dentro, un niño de unos siete años. "Quédate ahí, no salgas todavía" le dijo mientras con la puerta entreabierta miraba a izquierda y derecha. Buscaba algo. Se le veía intranquilo, como con miedo. Lo que estaba esperando le daba pánico. Se le veía en su cara. Me imaginé su cara cuando tenía la edad del niño que aguardaba dentro del taxi. De mayor tenía cara de buena gente y eso no se improvisa. No llega, debía estar pensando. El taxímetro marcaba ya siete euros y subiendo, impasible, tres céntimos cada cinco segundos. Imperturbable. Los céntimso iban pasando como iba pasando el tiempo. Porque el tiempo que pasa no regresa. No podemos volver atrás y remediar los errores. Ese hombre no podía volver atrás porque seguramente eso significaría que no estaría ese niño esperando en el asiento trasero del taxi y eso sería peor que no estar esperando el final de una tarde de domingo. Seguramente esa tarde habían disfrutado, juntos, de la victoria del Betis, justo después de haberse comido una hamburguesa en el Burguer King... en otro Burguer King lejos de este en el que espera. No aparece. Y la inquietud no le deja disfrutar de los últimos minutos. Por fin, le dice al niño que baje del coche. Deprisa, no tardes, tienes que irte... y yo también. Cada segundo que tardes en bajar, será un metro menos que le falte para llegar. ¡Dame un beso! ¡Hasta la semana que viene! ¡Vete! ¡Te quiero! Se mete en el taxi y sin aliento le indica que le lleve a Santa Justa a cojer el AVE para Madrid. Esta vez ha conseguido no verla, no tener que hablarle, no tener que dar explicaciones. En una semana volverá a sacar la tarjeta de crédito y pagar un billete de ida y vuelta por 200 euros. El Betís juega fuera, así que veremos una peli de dibujos en el cine. ¡A mi edad y viendo películas de Disney! Llegó a la estación, sacó su maleta con ropa de dos días del maletero y le dejó la propina al conductor, "por haber perdido el tiempo esperando". El taxista pensó que él no era él que había perdido el tiempo. Le vi alejarse, mirando al suelo para no volver a caerse y de vez en cuando, mirando al frente buscando una nueva oportunidad. Me dio mucha pena.

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3 comentarios

El texto podrías haberlo mejorado y expresado mejor. Tienes alguna falta de ortografía y el querer "correr" sobre el teclado hace que mezques el orden de las letras en una misma palabra. Además, unas veces hablas en tercera persona y otras en primera.
Sobre el tema a tratar, no opino, ya que no sé la situación de esas personas. Das por sentado que él huía para "no tener que hablarle o verla o darle explicaciones"... quizá, ya que te permites deducir qué le ocurría a ese señor, también se podría pensar que tal vez, ya puestos a "suponer"..., sus prisas se debían a la pérdida del tren, a una orden de alejamiento y al verla llegar partió rápido en el taxi..., o un largo etcétera.
Creo que debes ser más imparcial ante las situaciones que describes, y más si tenemos en cuenta que no sabes nada de esas personas.
No hagas juicios y juzgues a una parte, sin conocer ambas. Y en éste caso, no conocías la realidad de esas dos personas y su hijo.
Esto es lo que tiene el presuponer..., juzgar a alguien sin saber. Y después nos quejamos y criticamos, si hacen lo mismo con nosotros.
Un saludo.

30 de septiembre de 2011, 21:07

He esperado un día. He contado hasta diez. Sólo decir que tienes razón, se me olvidaba que todos los hombres son (somos) presuntamente maltratadores y que son (somos) culpables mientras no se demuestre lo contrario. Eso si, como el relato es mío, puedo suponer lo que quiera... incluso que esa mujer es una hija de puta que se ha venido a vivir de Madrid a Sevilla para que el padre del niño se joda y si quiere verlo que venga donde ella diga. Un saludo

2 de octubre de 2011, 10:49

Ante la previsión de avalancha de emails poniéndome a parir, aclarar que no es mi intención afirmar que todas las mujeres que se separan/divorcian y se cambian de ciudad lo hacen porque sean hijas de aquellas (cada una sabe sus motivos), sólo que haberlas haylas

2 de octubre de 2011, 11:37

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